Sin embargo, “Jesús al responder al tentador, no entra en diálogo, sino que responde a los tres desafíos con la palabra de Dios. Esto nos enseña que con el diablo no se dialoga, no se puede dialogar, sólo responder con la palabra de Dios”.
En primer lugar, el diablo invita a Jesús “a transformar una piedra en pan; luego le muestra desde lo alto los reinos de la tierra y le promete convertirse en un mesías poderoso y glorioso; por último, lo conduce hacia el lugar más alto del templo de Jerusalén y lo invita a lanzarse al vacío para manifestar de forma espectacular su poder divino”.
El Papa explicó que “las tres tentaciones indican tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes triunfos: la codicia de posesiones, la gloria humana, la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos perderán”. La primera tentación, “el camino de la codicia de posesiones. Consiste en esa lógica insidiosa del diablo. Se aprovecha de la natural y legítima necesidad de nutrirse, de vivir, de realizarse, de ser feliz, para empujarnos luego a cree que todo es posible sin Dios, incluso, contra Él”.
“Pero Jesús se opone diciendo: ‘Está escrito: No solo de pan vivirá el hombre’. Recordando el largo camino del pueblo elegido a través del desierto, Jesús afirma que quiere abandonarse con plena conciencia a la providencia del Padre, que siempre se preocupa de sus hijos”.
La segunda tentación es “el camino de la gloria humana. El diablo dice: ‘Si te postras en adoración hacia mí, todo esto será tuyo’. Se puede perder toda dignidad personal si se deja corromper por el ídolo del dinero, del éxito y del poder”. “Por eso Jesús responde: ‘Sólo ante el Señor Dios te postrarás, sólo a Él adorarás”. Por último, “la tercera tentación: instrumentalizar a Dios para obtener ventajas.
Al diablo que, citando las Escrituras, lo invita a buscar de Dios un milagro impactante, Jesús le responde de nuevo con la firme decisión de permanecer humilde, permanecer confiado en Dios: ‘Está escrito: No someterás a prueba al Señor tu Dios’”.
Así, “rechaza la que tal vez sea la tentación más sutil: la de querer poner a Dios de nuestra parte pidiéndole gracias que en realizad sólo sirven, o servirían, para satisfacer nuestro orgullo”.
“Estos son los caminos que se nos han puesto delante con la ficción de poder obtener así el éxito y la felicidad. Pero, en realidad, son del todo ajenas al modo de actuar de Dios; de hecho, nos separan de Dios, porque son obra de Satanás”.