Ayer se desarrolló el paro de la CGT, y más allá de la minimización del Gobierno acerca de si la movilización fue numerosa o significativa, dejó bastante tela para cortar. Si la foto del acto cegetista se compara con la escuálida cantidad de gente que movilizó el primer mandatario a escuchar el discurso de asunción, cuando decidió darle la espalda al Congreso, debería darles vergüenza solo medirla o cuantificarla.
El discurso de Pablo Moyano no terminó de ser feliz, es cierto, la "amenaza" acerca de llevar en andas a Caputo, pero no por haber logrado poner a una inflación que venía para ser el 45% al 25, como dijo el presidente y de lanzarlo al Riachuelo, que incluso generó una denuncia penal que probablemente le traiga algún dolor de cabeza, sería casi un cuento de niños al lado de los epítetos que el presidente lanza sobre socios, aliados y opositores.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había dicho más temprano que "los mafiosos" de la CGT marchaban en favor de la defensa de sus privilegios, dando por sentado el carácter delictual del dirigente sindical. Cabría preguntarse porqué la funcionaria no realiza la denuncia si conoce la comisión de delitos, es más, de conocerlos y no denunciarlos, por su cargo se convertiría en cómplice por adoptar esa actitud.
La actitud de gente que se acercó hasta la marcha para increpar a los participantes bajo la consigna de que "vayan a laburar" fue también llamativa. No eran en su gran mayoría los movimientos sociales los que marcharon ayer. Marcharon gremios, compuestos por trabajadores, en defensa de sus derechos adquiridos y el detrimento de su salario. La instalada consigna que el gran problema de los argentinos es que hay demasiada gente que no trabaja y vive de planes sociales los hace desviar la objetividad.
Nadie vive de un plan social, quienes lo reciben no son desocupados en su gran mayoría. Son trabajadores precarizados, que no cuentan con obra social, ni realizan aportes jubilatorios, que hacen trabajos independientes, changas, y no logran incorporarse al sistema. La ayuda social es ínfima en relación a los miles de subsidios que reciben empresas y actores de la economía, y representan montos insignificantes en el PBI.
Moyano le viene bien al Gobierno, en su afán de no mostrarse como el principal opositor en el breve tiempo que Milei lleva al frente de la Casa Rosada, el peronismo, lleno de cuadros técnicos brillantes, que dan la discusión en el Congreso, no les contesta, no tiene cómo, solo reprocharles el 214% de inflación y el 50% de pobreza que dejó el ex ministro Sergio Massa, y con eso justificar la mayor barbarie conocida para llevarse puesto todo el sistema jurídico argentino, los derechos laborales, sociales y previsionales.
El Gobierno no podría responder la contundencia de los números que muestra Julia Strada, la solvencia discursiva de Germán Martínez, Leandro Santoro, Eduardo Toniolli, Diego Giuliano, Santiago Cafiero, Paula Penacca, Itahí Hagman, Carlos Heller, Leopoldo Moreau, solo por mencionar algunos. Por eso elige a Moyano, feo, sucio y malo, como decía la película setentosa. Su physique du role no es de un ciudadano suizo, no tiene los ojos azules de Milei, no esconde la papada ni retoca las fotos y muestra orgulloso su abdomen prominente sin pudor.
La dirigencia sindical de la Argentina no goza de buen prestigio, y eso no es novedad. La exorbitante diferencia de los estándares de vida entre la cúpula sindical y los afiliados, la compulsividad de afiliación y el aporte obligado a las obras sociales, sin dudas la ponen en un lugar incómodo para proclamarse en los defensores de los castigados por el brutal ajuste libertario. Obligados por la gente, que les reclamó salir a defenderlos, los popes de la CGT salieron a hacer un paro del que no estaban convencidos, movilizaron a medias, con la esperanza de tener algún canal de diálogo que hoy, directamente no existe.
Si Milei llamó coimeros a sus propios aliados, si el ministro Caputo los amenazó con desfinanciar las provincias y en público, y si Francos les dijo que si no les votaban todos los artículos lo que vendría sería peor, y hasta el tuitero Adorni, deslizó hoy la creación de una fiscalía especializada para la investigación delitos de funcionarios, y se supone que esos son los que le facilitarán el DNU y la ley Bases, nada podría augurarles a los sindicalistas que no fueran sobre ellos y sus trabajadores. A Milei no sirve igualarle ni contradecirlo, hay que derrotarlo, caso contrario ataca, como el escorpión, aún a quienes lo ayudan.
Prueba irrefutable de ello es que el gobernador de la provincia, el radical Maximiliano Pullaro, que ayer señaló que apoyaba al Gobierno, que acompañarían la sanción de la ley, pero sólo se opondrían a la suba de retenciones y recibió por ello todo tipo de amenazas, que lo llevaron a decir hace un rato que se siente amenazado, y angustiado, y no va a ceder a la extorsión, deja como reflexión que el presidente camina por un peligroso camino sinuoso. Retuiteó esta misma semana un tuit que llamaba "cabeceador de fetos" al titular del radicalismo, Martín Losteau, por su famoso affaire con la embarazada Juana Viale, no sería de esperar que mejorara su relación con nadie.
Milei transita aguas turbulentas, ayer no solo marchó la CGT, lo hizo una gran cantidad de argentinos solos, no llevados por nadie, no agrupados bajo ninguna agrupación, en diferentes puntos del país. Además del acto central en CABA, se movilizó masivamente en Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Bariloche, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, solo por mencionar las más masivas. El enorme daño social que sus medidas provocan abarcan cada vez mayores sectores sociales y el pueblo se lo hizo saber. Por la noche, visiblemente cansado, con evidentes signos de haber pasado un día difícil, los ojos caídos y con tono adusto, intentó disimular el golpe recibido. No lo logró.
Fernando Paulo Viglierchio
Especial para RosariNoticias